miércoles, 2 de diciembre de 2009

Falta de cultura en el uso de pasos peatonales


José Rivera
Detenerse en una esquina y mirar, cómo los demás transitan, observan hacia los lados, se detienen y dan la vuelta para regresar a su punto de partida, aceleran sus pasos para llegar a la esquina antes de que el color del semáforo cambie, se apresuran para sobrepasar a su compañero anónimo del camino, así lo dio a conocer la Maestra Jubilada Abelia Lujan Jimeno con domicilio en el centro de la ciudad

Los alrededores de las oficinas del centro, del Mercado Central, la avenida Hidalgo, y los accesos a los planteles escolares, son espacios donde convergen en mayor medida vehículos y peatones. Peatones que ante el nuevo sistema de control de pasos peatonales y ley se confiesan más prudentes, pero no menos acelerados.

“Salí con el tiempo justo”, “es que estoy apurado”, “los carros vienen lejos”, “solo pensar en subir las escaleras (del paso peatonal) de la escuela secundaria hermanos serdan me da pereza”, “cómo quieren que usemos los pasos peatonales si están sucios, me pueden robar o hacer algo, prefiero arriesgarme cruzando la calle que subir por ahí”, estas frases son las excusas más frecuentes que los peatones.

Otros más prudentes dicen: “Sé que está mal que no use el puente, pero ahora solo porque voy de apuro, cuando no lo estoy sí lo uso”, “no hay excusa, a veces nosotros (los peatones) nos quejamos de cosas que tenemos la culpa”, “es que el semáforo se demora mucho en cambiar”, “solo cruzo la calle en verde (se refiere al semáforo) cuando ando sola; si estoy con mis hijos, cumplo todas las leyes”.

Algunos sugieren: “Me duelen mucho las rodillas y me cuesta subir y bajar escaleras, deberían hacer una excepción con personas como yo para que no tengamos que usar los puentes y cruzar la calle con seguridad”, “ya soy vieja, cómo me piden que suba escaleras, además, me dan miedo las alturas, Es esta última sugerencia se debe aclarar que de acuerdo a la ley las personas con movilidad reducida podrán cruzar por la calle, aún cuando este prohibido el tránsito del peatón. Sin embargo los y las afectadas cuentan que esto se cumple solo cuando una autoridad está presente.

Ante esto, los agentes de tránsito, que bastantes excusas o reclamos escuchan de parte de los peatones, relatan, sin querer mencionar sus nombres, que en las calles se siguen cometiendo las mismas infracciones, los transeúntes no observan el semáforo antes de cruzar, solo miran si los vehículos se aproximan o no; no utilizan los pasos elevados por un sinnúmero de causas, a veces insólitas, dicen con cierto tono burlesco, como “me falta el aire”, “ese puente se puede venir abajo”, “tengo que ir al baño y esperar me quita tiempo”, y más.

Los uniformados dicen también no poder controlar como se debería a los peatones, pues están limitados a que estos les muestren su identificación, cosa que no ocurre con los automotores, que con el número de placa pueden ser rastreados. Los peatones corren, se escabullen entre la multitud, ingresan a algún lugar, algo que los conductores no pueden hacer sin abandonar su carro.

Los transeúntes poco se detienen a mirar, observan al frente y hacia los lados, poco hacia arriba, al menos un tanto perpendicular para saber el color que marca el semáforo. Los conductores se estacionan sobre los pasos peatonales o no respetan la línea límite; el amarillo de los semáforos, para la mayoría, es señal de acelerar, no de detenerse.

Los espacios públicos están divididos, las posiciones marcadas. Los peatones exigen seguridad y normativas claras y las instituciones piden cumplimiento. Aunque los vigilantes continúen escuchando más y más excusas y los caminantes sigan apresurados, ambos bandos sienten alertas de atención, de interés, de precaución, de civismo.

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