José Rivera
Tonalá, 28 de
octubre de 2015, Ritual de solitarios, la poesía corresponde a ese espacio
sonoro, significativo, que se erige entre dos silencios. Por eso la imagen no
es más que un recurso desesperado contra el silencio mismo que nos invade cada
vez que intentamos expresar la terrible experiencia de lo que nos rodea y de
nosotros mismos. Óscar Wong, el poeta tonalteco que viene a Chiapas a presentar
su nuevo libro, “Poética del viento”, publicado por Coneculta, responde a
nuestra pregunta inicial.
“El verso vive de la metáfora”,
precisaban anteriormente los preceptistas –prosigue el autor–, por eso,
“reunir, convocar los momentos líricos es lo importante para que se incorporen
en el espacio verbal. Por eso mismo el poema representa un espacio privilegiado
donde concurren la forma y el sentido”. Cuando habla, el escritor sinomexicano
asume un tono sencillo, pero doctoral, muy diferente a su trato personal: Wong
siempre sonríe e incluso se burla de todo y de todos. Hasta de él mismo. Al
respecto, señala: “¿Para qué tomarse en serio? Hay que aprender a reírse.
Robert Graves y otros autores sentencian que la risa es señal de inteligencia”,
replica. Y vuelve a soltar la carcajada.
Hijo de padre chino y madre tonalteca, el
maestro Wong revela que las redes sociales se han vuelto un enorme peligro para
la sociedad. “Se ha vuelto el territorio de la opinocracia, heredera de la
Santa Inquisición, donde –lamentablemente–, cualquier hijo de vecino se atreve
a denunciarte y a condenarte, sin ninguna defensa posible. Es un riesgo para la
Palabra, con mayúscula, para el ethos mismo. Hubo un tiempo en que eso
ocurrió”. De palabra fluida, el escritor prosigue explicando: “Arqueológica y
míticamente el lenguaje, la palabra misma, extravió su primera substancia, su
transparencia, en virtud de la dispersión que ocurrió en la Torre de Babel. Por
eso ahora el poeta debe buscar ese secreto que la palabra contiene en sí misma,
no en la superficie, y recuperar los huecos léxicos, esa significación que
subyace petrificada en la palabra, como observaba Héctor A. Murena en La
metáfora y lo sagrado”.
Al interrogarlo
sobre ese evento mítico, de inmediato Wong responde precisando que los mitos
contienen una base real. “Originalmente –arguye– los nombres denotaban aquello
que designaban; aunque en el presente aún persiste un fragmento silencioso, un
saber que tiene esas propiedades inmóviles que subyacen en ese espacio que la
similitud, la analogía, dejó en la nada, en el vacío. La semejanza de las cosas
se ha extraviado. Y más de una lengua a otra, como revela Foucault en su libro
Las palabras y las cosas. Este extravío substancial, lírico, ha sido abordado
por algunos literatos –Lizalde, Sabines, etc.– donde la expresión asume una
doble vertiente: escritura y lectura y, además, una visión del mundo
contemporánea. La palabra designa a la esencia. El pensamiento vinculado
íntima, consubstancialmente, al espíritu. Es la substancia misma: Ahí estriba
lo mágico del lenguaje, el sentido de la Palabra”.
–¿Y de eso trata su
libro “Poética del viento”? –lo interrumpo.
–De eso y de otros
temas –responde–. El libro es misceláneo: rescata discursos, intervenciones en
diversos foros, reseñas bibliográficas y algunos ensayos sueltos. No son textos
académicos; aunque sí tiene referencias cultas. Mi preocupación siempre ha sido
el signo, el trazo, la palabra misma.
“Me emociona volver
a Chiapas porque este libro es el primero que las autoridades de cultura me
publican. Desde esta perspectiva, soy primerizo en estas lides (iba a decir
“virgen”, pero luego se malinterpreta el asunto). El sábado 31, a las 6 de la
tarde, el poeta y editor Roberto Chanona y la escritora Damaris Disner
intervendrán con sus comentarios, mientras que Sofía Mireles Gavito moderará el
evento. Los tres están vinculados a Tonalá. Previamente, el viernes 30,
estaremos en el auditorio Joaquín Miguel Gutiérrez, en punto de las 7 de la
noche. El H. Ayuntamiento Municipal de Tonalá hizo la invitación. Espero que el
público, el lector, acuda y nos acompañe. Y, sobre todo, que compren y lean el
libro”, concluye Óscar Wong, quien ha sido postulado al Premio Chiapas en Artes
2015 por algunas instituciones de cultura, tanto nacionales como estatales, en
virtud de su larga trayectoria.
El domingo 15 de
marzo festejó sus 40 años como escritor en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio
de Bellas Artes y es Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1988 por su
libro “Enardecida luz”, primer lugar en el Certamen Literario de Cuento Rosario
Castellanos, en 1989 por su libro “La edad de las mariposas” y Premio Nacional
de Ensayo Literario Magdalena Mondragón, en Torreón, Coahuila, en 2006, entre
otros galardones. En diciembre 27 del año pasado, el H. Ayuntamiento de Tonalá,
Chiapas (2012-2015), lo designó “Hijo Predilecto en la Cultura y las Artes”
durante los festejos del 144 aniversario de la proclamación como ciudad. Óscar
Wong ha colaborado en diversos medios de comunicación social. Radica en la
ciudad de México e imparte de manera independiente cursos y talleres de
creación literaria.
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