José Rivera
Tonalá, 28 de diciembre de 2015, La creación
de la Secretaría de Cultura, así como los Premios Nacionales en Lingüística y
Literatura para Felipe Garrido y David Huerta fueron, para Óscar Wong, los
eventos culturales más relevante en este 2015, al igual que el fallecimiento
del poeta Hugo Gutiérrez Vega. En Chiapas, la desaparición física de Eraclio
Zepeda, miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, así como
la aparición de “Iniciamiento. Obra Poética Completa” de Óscar Oliva, un poeta
que pese a su edad permanece joven en su expresión, y la edición de las obras
de José Falconi, del propio Óscar Wong y Marlene Villatoro, quienes habían sido
relegados de las publicaciones locales.
Sin duda, explica el escritor Tonalteco, postulado
al Premio Chiapas en Artes 2015, la gestación de la Secretaría de Cultura
tendrá repercusiones en el desarrollo social de nuestro país y los organismos
sectoriales del interior; aunque es indispensable una Ley de Cultura que
proteja a los creadores mexicanos, quienes carecen de protección social. “Hasta
los boxeadores y luchadores tienen servicios médicos y seguro de vida, excepto
los escritores y artistas”. Sostiene que los creadores artísticos e
intelectuales le otorgan renombre al Estado mexicano, quien utiliza a las
grandes figuras para promoverse en el exterior, soslayando el tiempo de
preparación, del esfuerzo y disciplina que cada autor tiene que asumir de
manera particular, muchas veces en menoscabo de la salud y de los propios
ingresos.
“Cultura y sociedad están vinculadas, porque
la primera debe considerarse como una caja de resonancia social. La cultura es
un derecho constitucional, una prestación social para de los trabajadores y un
elemento imprescindible para la comunidad en general”, precisa Wong antes de
agregar: “Como factor de integración y desarrollo, la educación y la cultura
van, indisolublemente, de la mano y tienen una repercusión social de primer
orden. Una política cultural coherente parte de una concepción antropológica:
la cultura como transformación de la naturaleza, como caja de resonancia
social, no como la simple creación de bienes artísticos y estéticos”.
El escritor chiapaneco, quien este año publicó
el poemario “Penumbras de la luz”, gracias al apoyo del Fondo Editorial del
Estado de México, y “Poética del viento”, en la Dirección de Publicaciones de
Coneculta-Chiapas, comentó que en lo personal fue un período de mucha
actividad, pues su labor literaria de 40 años fue reconocida por la
Coordinación Nacional de Literatura en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de
Bellas Artes, el 15 de marzo del año que fenece, y a finales de octubre
participó en la GFIL de Guadalajara, junto con otros creadores.
Sobre el 2016, el poeta sino mexicano señala
que viene intenso: espera la edición de un par de libros de ensayos y un manual
de para talleres de narrativa, así como, al menos, un poemario. Aspira a
consolidarse como escritor y, si es posible, volver a radicar a Chiapas; aunque
por el momento no tiene ninguna oferta de trabajo. “Espero aportar a la entidad
lo único que sé hacer: crear, impartir cursos y talleres, asesorar a
escritores, principalmente”.
Según El poema seminal: “En la literatura
mexicana, el nombre de Óscar Wong es sinónimo de persistencia, de constancia.
Durante 40 años ha luchado contra todo para forjar una escritura que se
sostiene por sí misma, fiel al lenguaje, a la búsqueda de la poesía y a sus
propias leyes internas. Sus raíces, la china y la chiapaneca, están plenamente
amalgamadas en su trabajo creador, sin mostrarse aparatosamente. De ahí que su
poesía es un continuo triunfo sobre la armazón idiomática de que está hecha.
Además, el magisterio casi silencioso y la continua indagación crítica de que
ha hecho alarde, sostiene a Wong como alguien que ha podido superar con creces
las limitaciones del capillismo y el sectarismo, tan marcado en estas lides”.
Poeta, narrador, ensayista y crítico literario
Óscar Wong (Tonalá, Chiapas, 26 de agosto de 1948) estudió Letras Hispánicas en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de
México. Fue subsecretario de Cultura y Recreación del gobierno de Chiapas
(1982-84) y director de Publicaciones de Coneculta-Chiapas (2010), así como
becario del INBA-FONAPAS en crítica literaria durante 1978-1979, periodo en el
que escribió Hacia lo eterno mínimo. Otra lectura de Muerte sin fin (Secretaría
de Cultura de Puebla, 1995) y del Centro Mexicano de Escritores en ensayo
(1985-1986), donde realizó el volumen Jaime Sabines. Entre lo tierno y lo
trágico (Praxis, Méx., 2007).
En septiembre del 2014 Ediciones Fontamara
publicó su libro “Altazor. Alquimia y revelación”, Premio Nacional de Ensayo
Magdalena Mondragón 2006, en Torreón, Coahuila. El 27 de diciembre de 2014,
durante los festejos del 144 aniversario de la proclamación como ciudad, el H.
Ayuntamiento de Tonalá, Chiapas (2012-2015), lo designó “Hijo Predilecto en la
Cultura y las Artes”. Es autor de La pugna sagrada. Comunicación y poesía
(Edic. Coyoacán, Méx., 1997, 1ª. reimp. 2004), Chiapas. Nueva fiesta de pájaros
(Edit. Praxis, Méx., 1998), Cantares del Escriba (Cuadernos de Malinalco,
Toluca, Edoméx., 1999), Chiapas. Dimensión social de la narrativa (Edaméx.,
Méx., 1999), y El secreto del verso (Linajes Edit., Edoméx., 2001,
Chicome/Tanimu, La Paz, Edoméx., 2013). Publicó los poemarios Rubor de la
ceniza (Praxis, Colec. Dánae, Méx., 2002), Fulgor de la desdicha (Instituto
Mexiquense de Cultura, Toluca, Edoméx., 2001, 1ª. reimp. 2010) y En el corazón
de la memoria (UAEM, Toluca, Edoméx., 2012), así como los ensayos Poética de lo
sagrado. El lenguaje de Adán (Edic. Coyoacán, Méx., 2006) y Jaime Sabines.
Entre lo tierno y lo trágico (Praxis, Méx., 2007). Ha colaborado en diversos
medios de comunicación social. Radica en la ciudad de México e imparte de
manera independiente cursos y talleres de creación literaria.
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