José Rivera
La crisis económica obligó a ciudadanos de este municipio a participar directamente en la milenaria tradición del trueque que anteriormente estaba casi reservada a indígenas, campesinos y artesanos.
Como sucede desde la época prehispánica, comerciantes tradicionales llegan, a los templos religiosos y posteriormente ofrecer sus mercancías en las calles y mercados de la ciudad.
Pero, esta vez, una buena parte de sus clientes fueron los que salieron a cambiar ropa usada, cosméticos, bolsas de marcas pasadas de moda, trastes de plástico que adquirieron previamente por catálogo, postres caseros, bebidas energéticas y hasta animales de carga o traspatio.
Fueron pocos los comerciantes que regresaron a sus domicilios con dinero en efectivo, frutas o artesanías. Los familiares que los esperaban en sus casas recibieron este año sofisticados artículos de marcas reconocidas, producto de intercambio.
Como otras mujeres de los puestos vecinos, Elena Díaz, cambió una canasta con manzanas por un paquete de seis latas de bebidas de dieta porque unos jóvenes le prometieron que además de "apagarle la sed" la mantendría con energía todo el día.
Mediante este mecanismo, las bolsas de mercancía se vaciaron y después se llenaron con artículos ajenos a la vida y costumbres diarias. Otros más realizan venta de casas cambiándolas por bestias de carga o vehículos,
La crisis económica obligó a ciudadanos de este municipio a participar directamente en la milenaria tradición del trueque que anteriormente estaba casi reservada a indígenas, campesinos y artesanos.
Como sucede desde la época prehispánica, comerciantes tradicionales llegan, a los templos religiosos y posteriormente ofrecer sus mercancías en las calles y mercados de la ciudad.
Pero, esta vez, una buena parte de sus clientes fueron los que salieron a cambiar ropa usada, cosméticos, bolsas de marcas pasadas de moda, trastes de plástico que adquirieron previamente por catálogo, postres caseros, bebidas energéticas y hasta animales de carga o traspatio.
Fueron pocos los comerciantes que regresaron a sus domicilios con dinero en efectivo, frutas o artesanías. Los familiares que los esperaban en sus casas recibieron este año sofisticados artículos de marcas reconocidas, producto de intercambio.
Como otras mujeres de los puestos vecinos, Elena Díaz, cambió una canasta con manzanas por un paquete de seis latas de bebidas de dieta porque unos jóvenes le prometieron que además de "apagarle la sed" la mantendría con energía todo el día.
Mediante este mecanismo, las bolsas de mercancía se vaciaron y después se llenaron con artículos ajenos a la vida y costumbres diarias. Otros más realizan venta de casas cambiándolas por bestias de carga o vehículos,
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