Óscar Wong
“No sentí resbalar, mudos, los
años”, dijo el viejo Quevedo. Y dijo bien. Y, en verdad, estos primeros ocho
lustros de actividad literaria, estos “primeros” 40 años se precipitan como una
nube de langostas que devastan mi equilibrio. Y como aquel antiguo Faraón, me
siento imposibilitado ante las hordas de instantes y vacíos que alteran la
realidad, mi realidad. Cuarenta años de enfrentarme a la indiferencia y al
ninguneo; a la maledicencia y a los leucocitos literarios. A cada golpe bajo
entrego nuevas obras; aunque algunas voces, trastocando el adagio afirmen:
“Quien siembra vientos cosecha levedades”.
Cuarenta años de buscar aprehender
e intentar entender esa cosa alada y sagrada –como apuntaba Platón– que no
admite definiciones. Por supuesto que en esta esfera lírica el sentimiento es
básico, no la razón. Más que ejercicio escritural, la voz más entera del hombre
se abre a nuevos ámbitos, invocando y convocando la inseparable magnitud del
individuo. Así, el poeta es aquel que camina vendado a la orilla del abismo,
como precisa Octavio Paz en Las peras del olmo. Lenguaje, imaginación y
técnica, generan sus virtudes estilísticas, creando una función convincente y,
sobre todo, perturbadora. Sólo a partir de un agudo conocimiento del mundo, el
lenguaje funciona a la perfección.
“La realidad es más fuerte que la
ira”, escribí en su momento. ¿Entonces, qué hacer ante la violencia y la
impunidad, ante la protesta y el vandalismo? En apariencia, el caos busca
aposentarse en este territorio llamado México, seguramente por falta de
reflexión y diálogo. Algo ocurre, desde luego, en nuestro país, cuando a la
mínima expresión crítica, al menor análisis, se responde con insultos y con
lugares comunes en las redes sociales –demostrativos del miedo reiterado que
tienen muchas personas por falta de pensamiento, e incluso los infaltables
“abajofirmantes” quienes se autoerigen en los detentadores del conocimiento y
de la verdad.
En el vivir juntos persiste una
responsabilidad intelectual, sentencia Patrick Bouchereon en una entrevista.
“Nos odiamos cuando no sabemos cómo discutir. Nos matamos cuando dejamos de
hablar”, arguye este autor francés. “El debate intelectual se vuelve peligroso
cuando sale de sus límites, cuando ya no sabe dialogar”. Entonces, ¿qué debe
hacer el poeta ante los procesos sociales? Ninguna obra responde a las
circunstancias sociopolíticas. Expresión, sensibilidad y conocimiento crítico
frente a la fragilidad mediática de la realidad. Y escribir. Ejercer el oficio.
Y hacerlo bien, sería la respuesta. Sin olvidar que es importante “ser al mismo
tiempo socialmente responsables y creativamente libres”. En tanto ser humano el
poeta se rige por la historia. No puede eludir su tiempo; aunque el poema puede
trascender el tiempo de creación.
“La poesía en sí misma es respuesta
anclada en el sentir humano, y por tanto, sin adoptar una postura ideológica,
la poesía puede responder –desde su propio ethos– a las dolorosas
circunstancias por las que atraviesa la identidad de toda una cultura. ¿Pero qué
puede decir el poeta si sus armas son el lenguaje” –se interroga Diego José en
un ensayo publicado en un suplemento cultural. En su momento, expone, ya Elliot
reflexionó sobre “La función social de la poesía”, donde formula que el deber
del poeta es para con su pueblo “sólo indirectamente”, puesto que “su deber
directo es para con su lengua: consiste primero en preservarla, y segundo en
entenderla y mejorarla”.
“El poema –asume Paz en El arco y
la lira– no escapa a la historia, incluso cuando la niega o la ignora. Sus
experiencias más secretas o personales se transforman en palabras sociales,
históricas. Al mismo tiempo, y con esas mismas palabras, el poeta dice otra
cosa: revela al hombre”.
La reflexión paciana va más allá de
su naturaleza histórica, pues si bien el poema constituye un producto social,
la poesía ofrenda ese instante creativo y convierte ese transcurrir histórico
en arquetipo. “El poeta consagra siempre una experiencia histórica, que puede
ser personal, social o ambas cosas a un tiempo. Pero al hablarnos de todos esos
sucesos, sentimientos, experiencias y personas, el poeta nos habla de otra
cosa: de lo que está haciendo, de lo que se está siendo frente a nosotros y en
nosotros. Nos habla del poema mismo, del acto de crear y nombrar. Y más: nos
lleva a repetir, a recrear su poema, a nombrar aquello que nombra; y al
hacerlo, nos revela lo que somos”, afirma nuestro único Premio Nobel de
Literatura.
El lenguaje es el arma del poeta. Y
más en tiempos de caos. Usarlo, y bien, frente a quienes desde los partidos
políticos, desde sus falsos caudillismos mesiánicos usan –y muy mal, por
cierto– la palabra ordinaria. Incluso algunos narradores quienes afirman que el
país se desmorona, yerran en su apreciación. Es prudente, desde luego,
dialogar. Y accionar. Pero esa es la tarea del político: reflexionar para
actuar. A nosotros –seres sensibles– nos corresponde cuestionar con habilidad,
insistir en que se cumplan las leyes. Y proponer el cambio de otras. Si
queremos un gobierno acorde a nuestras responsabilidades, a nuestras
necesidades, entonces nosotros debemos cambiar como sociedad. Capacitarnos y
reflexionar. Entonces estaremos en condiciones de exigir.
La interrogante vuelve: ¿en verdad
el poema nos recrea y revela? Sin duda alguna la poesía constituye un modo
diferente del conocimiento: revela algo que está en la realidad; pero que no es
evidente, sobre todo para la razón y, por lo mismo, no puede ser explicado con
el lenguaje de la demostración. Después de todo –también de cierto lo sabemos–,
su propósito no es probar una verdad, sino revelarla en su profunda, infinita e
irreductible ambigüedad, en virtud de la simultaneidad de planos de
significados. En 40 años de picarle los ojos a la realidad, lo descubro con
certeza: la poesía expresa el conocimiento sensible. Y nos humaniza.
Finalmente, constituye “un estado de gracia al que aspira la palabra
ordinaria”, como insiste Seamus Heaney.
*Palabras del poeta sinomexicano
Óscar Wong en su festejo de 40 años en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de
Bellas Artes, el domingo 15 de marzo de 2015
http://poesiadewong.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario