José Rivera
Por las céntricas calles de la ciudad deambulan mascotas que han sido lanzadas a las calles por sus dueños, perros de todas las razas sus costillas, que bien podrían contársele por lo flaco que se ven, es una clara evidencia que en los últimas semanas no la ha pasado nada bien. Así lo dio a conocer Cristian Marques Avendaño, medico zootecnista.
Quien además dijo, ese que va ahí, un pastor alemán, el pelaje negro, aunque ha perdido brillo; los ojos color miel, que contrastan con pobladas cejas en marrón; la blanca dentadura que muestra cada vez que abre el hocico y sus largas patas, son algunos de los rangos que denotan que en su tiempo fue un bello ejemplar canino.
Aunque sin duda fue el orgullo y la diversión de los dueños que lo acogieron y que ahora por desconocida circunstancia ha cambiado su cálido hogar por la calle.
Con presteza va buscando algo para comer entre las bolsas de desechos sólidos que encuentra en las esquinas. Mismas que dejan regadas al hurgar entre ellas, para festín de las moscas.
Atrás quedaron aquellos tiempos en que sus amos pasaban pendientes de su comida, baño, paseos, incluso sus vacunas, a cambio, el se comportaba como todo un guardián amoroso, fiel y leal. Por eso vienen a sumarse a la interminable lista de perros que vagan sin suerte y sin dueño por las calles.
Por las céntricas calles de la ciudad deambulan mascotas que han sido lanzadas a las calles por sus dueños, perros de todas las razas sus costillas, que bien podrían contársele por lo flaco que se ven, es una clara evidencia que en los últimas semanas no la ha pasado nada bien. Así lo dio a conocer Cristian Marques Avendaño, medico zootecnista.
Quien además dijo, ese que va ahí, un pastor alemán, el pelaje negro, aunque ha perdido brillo; los ojos color miel, que contrastan con pobladas cejas en marrón; la blanca dentadura que muestra cada vez que abre el hocico y sus largas patas, son algunos de los rangos que denotan que en su tiempo fue un bello ejemplar canino.
Aunque sin duda fue el orgullo y la diversión de los dueños que lo acogieron y que ahora por desconocida circunstancia ha cambiado su cálido hogar por la calle.
Con presteza va buscando algo para comer entre las bolsas de desechos sólidos que encuentra en las esquinas. Mismas que dejan regadas al hurgar entre ellas, para festín de las moscas.
Atrás quedaron aquellos tiempos en que sus amos pasaban pendientes de su comida, baño, paseos, incluso sus vacunas, a cambio, el se comportaba como todo un guardián amoroso, fiel y leal. Por eso vienen a sumarse a la interminable lista de perros que vagan sin suerte y sin dueño por las calles.
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